Es verdad que por muy lejos que te vayas para huir de tus problemas, tus problemas te acompañan. No se quedan parados sino que se marchan contigo. A pesar de ello, todos hemos soñado muchas veces en irnos de vacaciones y así olvidar por unos días los problemas y descansar.

Suele ser difícil que esto pase, por lo general, los problemas nos siguen a todos los sitios; pero, también, es verdad que cuando se cogen con un poco de distancia se suelen ver diferentes.

Muchas veces el salir de nuestro espacio habitual nos permite ver cosas o posibilidades que desde donde estamos siempre, no las vemos. Solo por el “cambio de presión”, por verlo desde otro sitio, por coger algo de distancia, el problema empieza suavemente a “cambiar”, además ya no es solo la distancia física la que juega, el contexto nos ayuda coger también algo de distancia psíquica.

Tiene que ver con tener la cabeza más despejada, con haber dormido unas horas más, con tener un poco más de energía de la habitual, con disponer de algo de serenidad que el día a día no te permite, con tener un poco más de tiempo del que estás acostumbrado a disponer para solucionar las cosas, con pensar en clave más apreciativa de “qué puedo hacer para solucionarlo” en vez de pensar en todas las cosas que te pueden pasar si no lo solucionas y que te llevan al pensamiento negativo y sin salida.

Irte no soluciona tus problemas, pero muchas veces la distancia, si te ayuda a dimensionarlos de forma diferente y a relativizarlos, a hacerlos algo más “solucionables”, ese cambio de distancia o alejar el foco de ellos para poder verlos con más claridad, suele darnos un punto de observación que nos cuesta mucho conseguir cuando vivimos metidos de lleno en ellos.