La dignidad será siempre un desafío irrenunciable ante la imposición del abuso, la falta de respeto y la arrogancia.
La dignidad propicia el que nos miremos a nosotros mismos como quienes somos: con nuestros valores, con nuestras competencias, con nuestro respeto por los otros, con nuestros afanes de construir mejores convivencias…, desde la dignidad de cada cual.
La dignidad nos permite fortalecer y enaltecer nuestra propia identidad, a través de la cual podremos estimular la construcción de la identidad de otros, a fin de que cada paso que demos contenga la razón de la dignidad en cada uno y, así, avanzar –con coraje y entusiasmo- hacia el desafiante corazón de las contiendas.
La dignidad de cada ser humano es el peor enemigo de un sistema autoritario y represivo. mientras más indigna sea la persona, más abusará el sistema de su indigna situación; y tal persona será conducida a los calabozos donde los indignos están encarcelados.
Dignidad no es orgullo. es, simplemente, observar la propia historia y desmenuzarla en sus largos capítulos, y a partir de la revisión y reflexión de la propia vida, sólo preguntarse:
¿cuándo, y por qué, mi dignidad fue agredida y vulnerada?…
La dignidad es la sagrada e íntima oración de cada persona consigo misma, a través de la cual emergen diversas preguntas, tales como: ¿se me respeta?… ¿se me valora?…
Preguntas ante las cuales –y quizás- el valor de la dignidad pudiese decrecer o crecer: crecer si las inquietudes que contengo se transformen en preguntas que formulo para conocer cómo me juzgan, ya sea desde mis fortalezas, pero también desde mis debilidades. quizás deberé ser humilde ante las fortalezas que poseo; quizás deberé aprender a superar mis debilidades.
Y si descubro que el valor de mi dignidad ha decrecido, tal vez deba observar el cauce de mi propia historia para hurgar en los profundos motivos y razones –en los territorios de juicios y emociones- que han situado a mi dignidad en la niebla del sin sentido de la vida.
Dignidad es potencia, auto estima, valor del mí mismo, coraje, lealtad con lo propio, humildad ante lo ajeno, apertura al aprendizaje, mirarse a los ojos…, rebelarse ante el abuso. desenvainar la espada ante los enemigos que quieren subyugarnos. es instalarse en el podio del monte más alto y sentir en la sangre y la pasión lo que es el liderazgo que debo ejercer conmigo mismo, pues, a fin de cuentas, soy yo conmigo y con mi irrenunciable dignidad.
Indignidad es resignarme a que deberé ser servil y obediente, esclavo de un amo, humillado ante todos, resentido, hipócrita, adulador de reyes, halagador mentiroso, rastrero sumiso, tramador de cizañas… oscuro personaje de la tiniebla del mundo de la nada.
Dignidad es mirarme con el sagrado respeto que me merezco ante mí mismo; es contemplar mi vida –mi única y propia vida- con el homenaje que a mi dignidad le ofrendo; y desde tal mirada, quizás poder dejar a los que más amo, que son mis hijos, el legado de una dignidad que ellos –mis hijos- no trancen ante el perverso intento de los sistemas por vulnerar su dignidad.
Dignidad es erigirse como uno solo ante el mundo, con el coraje y el sentido que la vida nos regala; con la vocación de combatirle a la injusticia todos sus infortunios.
Dignidad es heroísmo, altruismo, reinvención permanente…, es brillar con rutilante luz en el cosmos del destino…, es un rotundo rechazo a la subyugación, es acometer con fuerza férrea contra el oscuro designio de la esclavitud.
Dignidad es declarar con certeza y convicción que se está de pie para combatir –tal vez hasta la muerte- en esa guerra que proponen quienes buscan apoderarse del mundo y de nuestras vidas.
Dignidad es liderazgo, es sacrificio, es la gran opción de una convivencia en armonía entre los seres humanos y entre estos con la naturaleza.
Dignidad es lo todo que una mujer y un hombre deben conquistar, para siempre, a lo largo de sus vidas.
Ante el espejo de mí mismo, debo declararme que mi dignidad es aquello que me mantiene alerta para no dejar que la arrogancia de algunos otros intente sobrepasarme, subordinarme y esclavizarme.
Mi dignidad es un tesoro que debo cuidar, proteger y defender, cualquiera sea el costo que de ello se derive.
Es mi dignidad lo que le confiere sentido a mi vida y a mi destino, ya sea en la incertidumbre, en la pobreza, y ante la prepotencia y la injusticia.
Soy digno, habito en mi dignidad.
Jamás lo trancé, jamás lo tranzaré.
Marcial Edwards