El juicio de que muchas cosas deben cambiar en el mundo actual, parece estar  sólidamente fundamentado en los hechos que a diario percibimos mediante los Medios de Comunicación, las Redes Sociales e incluso en la diversidad de eventos cotidianos. No lo estamos haciendo muy bien si estamos permitiendo que cada segundo muera una persona en el mundo por hambre. Setenta mil personas al día son los muertos cotidianos del funcionamiento de la economía mundial, según datos de la FAO. De ellos, 35.000 son niños que mueren por causas directamente relacionadas con el hambre y la pobreza. Las desigualdad que existía entre los países más ricos y más pobres en el año 2008 era de 198 a 1.

Vemos, también, que la crisis es de “amplio espectro”, la tendencia afecta no solo a desigualdades económicas (las tres personas más ricas tienen prácticamente el doble de activos que el PIB de los 48 países más pobres),sino que también a la educación(1000 millones son analfabetos, de los cuales 600 millones son mujeres, datos de la UNESCO), a la salud ( 800 millones de personas tienen desnutrición crónica ), a la forma de relacionarnos ( más de la mitad de los matrimonios terminan en divorcio), a la forma de hacer política (nunca antes habían estado tan sometidos los gobiernos a los mercados financieros hasta el punto de obligar a modificar sus políticas y nunca antes había habido estos niveles de corrupción en las instituciones políticas ), a los derechos básicos (según Amnistía Internacional, hay 180 países del mundo que violan de alguna manera los derechos humanos), a la libertad sexual  ( en 4 de cada 10 países ser homosexual es un delito castigado )a la libertad de credo, el 70 por ciento de la población mundial vive en lugares donde existe la represión religiosa ( datos del VII Congreso Mundial sobre Libertad Religiosa, 2012), existe también una gran dificultad de convivencia entre los países (actualmente hay 32 países en guerra, datos de UNICEF),…, se podrían seguir dando datos en esta dirección pero para saber que no lo estamos haciendo bien, creo que es suficiente.

Todos estos datos nos llevan a pensar qué algo habrá que hacer y alguien tendrá que hacerlo, necesitamos líderes.

Nuevos líderes, capaces de unir voluntades y de plantear propuestas que sean inspiradoras e innovadoras, porque, a la vista está que, el problema no es de recursos sino de voluntades, de racionalidad, de humanidad, de ética, de integridad.

Rafael Echeverria nos avanzaba, “El nacimiento de la propuesta ontológica nos conduce necesariamente al reconocimiento de que la crisis más profunda que hoy encara la Humanidad y, de manera particular, la cultura occidental que se halla en la base del actual proceso de globalización, es precisamente una crisis en el dominio de la ética” y la explicita en tres ejes:

1º Nuestra creciente dificultad para sostener el sentido de la vida. Los seres humanos, a diferencia de otras especies, requerimos encontrarle sentido a la vida como condición de sobrevivencia.

2º Nuestra creciente dificultad para preservar y desarrollar importantes relaciones personales.

3ª dificultades para consolidar adecuadas modalidades de convivencia al interior de nuestras comunidades. En una sociedad que presiona por lograr niveles crecientes de equidad, observamos cómo se reproduce la desigualdad y la exclusión. En una sociedad que acentúa los valores democráticos, frecuentemente vemos cómo en ella se impone el ejercicio de la violencia, de la separación y de la discriminación y comparto la mirada de Echeverría, desde ahí: es difícil entender donde hemos llegado como colectivo humano, sin una profunda crisis relacional, ética y de valores.

La propuesta de esta reflexión que hago sobre la “crisis general de lo relacional tanto en lo personal como en lo social“ la quiero reenfocar en, no sólo en qué debemos hacer para salir de ella, sino cuales son las características y a que inquietudes deben responder los líderes capaces de sacarnos de esta situación.

Lo que si apunto es que los nuevos líderes que necesitamos para generar el cambio y aunar voluntades tienen poco que ver con el Management al uso ni con técnicas del head hunting, ni siquiera la propuesta de los 6 tipos liderazgo que plantea Goleman nos lo resuelve.  Pienso que quizás el tipo de liderazgo tenga que ver más con valores y con la gestión adecuada de los mismos, complementado con una adecuada dosis de sentido común y cierta capacidad de gestión, posiblemente elementos más cercanos al corazón que a los despachos.

Quiero contar una “anécdota” que sucedió  hace unos años con motivo del 50 aniversario de las Naciones Unidas y que puede que tenga parte de la solución al problema planteado de inicio, ¿Cómo deben ser los líderes que gestionen el futuro de nuestro mundo?. La anécdota se la he robado a Álvaro González Alorda y la cuenta en su magnífico libro “Talking Manager”

“Hace meses tuve la oportunidad de escuchar a Brian Bacon, Fundador de la Oxford Leadership Academy, Al concluir la jornada, Brian Bacon contó la siguiente historia:

Hace unos años, participé en un congreso en San Francisco. Yo era un conferenciante de segunda en un gran evento en el que hablaban personajes gigantes como Peter Drucker, Peter Senge o Michael Hammer: el Who’s Who del liderazgo y del cambio en las organizaciones. De hecho, yo estaba más bien en la categoría Who’s He?…

La conferencia se celebraba en torno al 50 aniversario de las Naciones Unidas. Durante dos días, los conferenciantes habían hecho un despliegue de sabiduría científica sobre cómo liderar organizaciones. Se habló desde la reingeniería de los recursos humanos hasta el cambio de las estructuras, pasando por las mejores claves de liderazgo. Los asistentes habían pagado 5.000 dólares por pasar dos días allí, escuchando a grandes figuras.

Al final de estos congresos, los organizadores suelen distribuir un cuestionario para evaluar a los conferenciantes y el impacto de sus mensajes. Para sorpresa de todos, la madre Teresa de Calcuta —a quien lograron convencer para que participase en el evento— quedó la primera en el ranking, y lejos del segundo. Curiosamente, ella no formaba parte del panel de conferenciantes, sino que había sido invitada a dar un pequeño mensaje al final. De hecho, no habló más de treinta segundos. Subió al estrado, se quedó un momento en silencio y, con una voz muy suave, dijo:

—Así que queréis cambiar a la gente. Pero ¿conocéis a vuestra gente? ¿Y les queréis? Porque si no conocéis a las personas, no habrá comprensión, y si no hay comprensión, no habrá confianza, y si no hay confianza, no habrá cambio.

»¿Y queréis a vuestra gente? Porque si no hay amor en lo que hacéis, no habrá pasión, y si no hay pasión, no estaréis preparados para asumir riesgos, y si no estáis preparados para asumir riesgos, nada cambiará.

Así que, si queréis que vuestra gente cambie, pensad: ¿conozco a mi gente?, ¿y quiero a mi gente?

El mensaje de la madre Teresa había quedado suspendido en el auditorio y se notaba que había golpeado. Tan fuerte como cuando alguien escucha la verdad.”

En la sencillez y profundidad humana de este planteamiento está su fuerza, quizás parte de este camino sea el que tengan nuestros líderes que recorrer para que empecemos a ver algo de luz.