Muchas veces decimos “sí” cuando realmente hubiésemos preferido decir “no”, .., quizás pensando en que si cedes, si evitas el “no”, suavizas determinada situación o eludimos un enfrentamiento; es un tipo de “sí” que lo haces con la mejor voluntad, en el ánimo de “ayudar” a la buena convivencia y así, esquivar ese pequeño conflicto.
Sin embargo, según va pasando el tiempo, uno se va dando cuenta de que este comportamiento a veces se convierte en un patrón.
Suele instalarse en nuestra manera de actuar, y poco a poco, casi sin enterarte, empiezas a utilizarlo como un automatismo y notas que cada vez te sientes más incómodo con esta forma de funcionar.
Este permanente ánimo por “llevarse bien”, por vivir en un entorno de armonía permanente y fraternidad, pasa factura, y hay un momento en que empiezas a ser consciente que dejas de ser tú, que renuncias a ti mismo, para empezar a “ser otro”, un “otro” que está edulcorado, más “suave”, más condescendiente, más apacible, más “manejable”; moviéndote en “el porsiacaso” y que actúa, en gran medida, condicionado por los demás.
Esta pérdida de control de tu forma de ser, de tu libertad, de tu derecho a decir “no” y marcar los límites a veces empieza en pequeñas cosas, en pequeñas cesiones y se va acentuando hasta llegar un momento en que te mueves en el filo de una negociación permanente contigo mismo entre el “cedo o no cedo”, entre el “digo lo que pienso o me callo”, .., pero sobre todo, lo realmente dramático, son sus consecuencias: dejar de ser tú.
Dejas de actuar como piensas y como quieres y empiezas a actuar y a ser responsable de lo que no quieres, una situación complicada.
Tus acciones te califican; la acción te define, y si no eres y actúas de forma honesta contigo, de acuerdo a como piensas, dejas de ser como eres para ser como no eres, (o sí ?), y los resultados, al margen de si son buenos o malos, no son tuyos, y sin embargo, eres responsable de ellos.
¿quieres ser responsable de los actos qué “no son tuyos”?